Querida mamá:
Ayer fue un día raro, largo, complicado, difícil…
cansino. No sabría explicarte el por qué de casa cosa… solo que lo fue. Vamos,
como que no pude quedarme dormida hasta pasada las 4:30 de la mañana. Ayer papá
se pasó prácticamente todo el día en el colegio de Médicos, cuando llegó estaba
llorado, siempre está llorando, pero hizo un comentario sobre tus últimos días
que me hizo recordar una imagen tuya que necesariamente quiero olvidar. Salí de
vuestro cuarto con tanto dolor como el del día que nos dejaste para siempre. No
pude contener las lágrimas, no sabía con quien hablar. Se lo pedí a Inés, ella
siempre tiene las palabras adecuadas, pero cuando me respondió ya se me había
pasado un poco el disgusto. Siempre que recuerdo tu gesto de impotencia minutos
antes de ser sedada me muero por dentro. No hablabas, llorabas de rabia porque
no te querías morir, y así te quedaste en coma. Llorando porque no querías
dejarnos. El estar contigo las 24 horas, como estuve, tuvo sus cosas buenas y
sus cosas malas. No me perdí nada de ti y procuro recordar las cosas buenas
para poder coger fuerzas y seguir. No me queda otra. Papá ha tirado la toalla.
Yo lo sé. No se da cuenta que cada día lo necesito más, pero lo entiendo. Él ha
vivido toda su vida contigo y piensa, aunque esté rodeado de todos nosotros que
ya no tiene nada más que vivir. Aunque creo que se equivoca porque sus nietos
le necesitan muchísimo, lo puedo llegar a entender.
Pero yo solo tengo 33 años mamita, por mucho que
llore, por mucho que me cabree con Dios y le pregunte continuamente el porqué
de haberte llevado de la manera que lo hizo, tengo que aprender a canalizar
este terrible dolor porque tengo que seguir viviendo. Mejor o peor… pero
viviendo. Me propuse el día que te marchaste acabar con mi vida de
materialista. Se acabaron las compras absurdas, porque nada de eso me voy a
poder llevar el día que me muera. Procuro hacer gestos que marquen la
diferencia. Ayudar al que tengo más cerca, colaborar con causas solidarias en
definitiva vivir haciendo al bien sin mirar a quien.
Estás siempre conmigo, las 24 horas del día. Te
hablo continuamente. No te siento como Inés dice sentirte, pero es que yo creo
que tengo tanto dolor y rabia acumulada que por eso no tengo paz interior. Sin
embargo sé que estás aquí, que me ves, que me oyes, que me lees… necesito
sentir esa fuerza que me dabas para no pensar en tus últimos momentos y
quedarme con tus lecciones de vida. Necesito sentir que te sientes orgullosa de
lo que hago porque en vida lo hacías. Necesito sentir que me sigues
protegiendo, que no estoy sola y que velarás por mí.
Hoy toca nuevo día. Tengo que terminar de escribir
el libro. Si no lo hago no puedo presentarme al concurso literario y será una
pena porque sigo creyendo que la idea que estoy plasmando es muy buena. Espero
poder decirte mañana que lo terminé.
Te quiero mucho mamita, no me olvides guapa. Ni a
Pili por favor.

No hay comentarios:
Publicar un comentario