Querida mamá:
Hoy es un día especial. Es un
día de sensaciones raras, mucha tristeza y algo de alegría. Hace 365 días que María Auxiliadora te llevó
con ella para siempre. No tengo la menor duda de que allí estás viviendo le
mejor vida eterna que se pueda vivir. Sin dolores, sin médicos, sin
enfermedades, sin pinchazos ni medicinas. Esa es mi alegría.
Mi tristeza viene porque Dios sabe llevarse lo
mejor y te eligió a ti, por alguna razón que supongo, algún día entenderé.
Es muy duro perder a un ser querido como tú,
aunque tristemente es un proceso natural. Esto no significa que deje de ser una
pena inmensa, porque nunca estaré preparada para asumir esta naturalidad, pero
el alma se tranquiliza dependiendo de cómo nos relacionamos y convivimos con la
persona que se nos va y en ese aspecto, mamita, me siento tranquila.
Me siento tranquila por el sólo hecho de que
tengo la certeza de que te fuiste de este mundo siendo una mujer plena,
realizada, que viviste la vida que quisiste vivir, con tu Manolo, con tus
hijos, con tus yernos y nueras, con tus nietos, con tus hermanos, amigos y
demás familiares.
Tengo la tranquilidad de que partiste con la convicción
de que siempre nos diste lo mejor que tuviste al alcance de tu mano y nosotros
eso lo sabemos y lo vamos a valorar siempre.
Tengo la tranquilidad de que fuiste una mujer
inmensamente feliz, rodeada del cariño y amor de tu marido, tu familia, tus amigos
y que diariamente te lo manifestábamos.
Tengo la tranquilidad de que como familia,
siempre te demostramos todo el amor que sentíamos entre nosotros. Porque siempre
fuiste la madre de diez hijos únicos. Porque luchaste cada día de nuestra vida
para que nada ni nadie nos separara. Y lo has logrado. La fuerza y el amor
fraternal que sentimos los unos por los otros es una barrera infranqueable, que
tú junto a papá lograsteis crear con todo vuestro empeño. Somos una piña mamá.
Tengo la tranquilidad que desde tu privilegiado
sitio estás pendiente a todos nosotros. Muleta en mano por si es necesario
darnos un toque de atención en algún momento puntual.
Tengo la tranquilidad de que te recuerdan todos
tus amigos y conocidos, como la persona que en alguna ocasión les sacó una
sonrisa, les dio un buen consejo, les ayudó cuando lo necesitó porque siempre
fuiste pura bondad.
Mi mayor satisfacción es ver crecer a tus nietos
teniéndote presente cada día. Ellos hablan de ti con naturalidad. Eres el ángel
de la guarda de todos ellos. Buscan tus fotografías para besarte, para
hablarte. Te dibujan en el colegio como un ángel, te hablan, te cantan… yo
hacía tiempo que me quejaba de no sentirte, hasta que me di cuenta que te tenía
en cada uno de ellos. Tú estás en ellos.
Yo te voy a dar las gracias por leerme cada día.
Escribirte y saber que recibes mis cartas hace que de alguna manera se apacigüe
el dolor que siento en el alma.
Fui testigo de cómo amaste a papá y a todos los
que formamos tu gran familia y eso es lo que más nos consuela. Me quiero
despedir diciéndote las últimas palabras que dijiste en este mundo y que tuvo
la suerte, tu nieta Inés, de recibirlas porque te dirigías a ella:
Te quiero
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