Querida mamá:
Hace días que hago un esfuerzo por no
escribirte lo que realmente siento. Hoy no lo puedo evitar. Me vas a permitir
una carta de bajón, porque sería mentirme a mí misma si te dijera que el mundo
es maravilloso y que todo me va fenomenal.
Tú y solo tú sabes mi verdad. Aguanto
mucho a diario y gracias al trabajo que tengo consigo muchos días evadirme y no
pensar. El ruido, los mensajes, las llamadas, los exámenes, los deberes, las
actividades,…cada cosa que hago, me sirve para no pensar.
La vida me cambió por completo el día que
te fuiste. Abrí los ojos y me di cuenta que te habías ido para siempre. No
había marcha atrás, no cabía la posibilidad de pedir perdón, de recuperar todo
el tiempo perdido, no había manera de recuperar todos esos abrazos y besos que
te negué por mis enfados o simplemente por la estupidez que me albergaba con la
edad del pavo que pasé siendo una mujer. Me di cuenta que nunca más iba a poder
escuchar tu voz, sí sentirla. Pero que se acabó y me arrepentí de no haberte
aprovechado más en mis tiempos de juventud. Cierto es que la última etapa de tu
vida la vivimos codo con codo. Me convertí en tus pies y tus manos. En un
principio me cansaba, incluso me permití el lujo de gritarte ¡maldita estúpida!
Diciéndote que me tenías cansada. Pero cuando realmente empecé a tomar
conciencia de la realidad que estabas soportando, cuando sentí tus abrazos de
desesperación en más de una prueba rogándome que no te llevara más, ahí me di
cuenta que mi tiempo contigo se acababa. Y me dio tiempo retomar muchas cosas.
Hablar contigo, contarte mis miedos, mis sueños, mis deseos… me quedé con lo
mejor de ti. Te reclamé tantos besos y abrazos como perdidos en mi juventud…llegabas
al punto de decirme “déjame hija” tú no sabías (o sí) que estaba intentado aprovechar
mis últimos momentos contigo para quedarme con el mejor de tus recuerdos.
Algunos
me llaman loca por escribirte a diario, otros piensan que estoy equivocada,
otros respetan y otros simplemente aceptan mi decisión. Sin duda alguna, no
tengo más razón que la terapia de creerme que me lees cada día, que es la única
manera que tengo de no perder el contacto. Porque pronto serán 18 los meses que
no estás conmigo y siento tu pérdida como si fuese ayer. Porque por mucha
positividad, mucho trabajo, mucha energía de “buen rollo” el dolor y vacío de
tu ausencia está cada día de mi vida. Porque lucho por no caer, por mantenerme
arriba, y si caigo me levanto mucho más rápido que antes….porque tú me has
enseñado que estamos aquí de paso, porque tu ausencia me ha enseñado que esto
tiene un final, un final casi igual para todos. Contigo he aprendido a valorar
las cosas que tengo y a diferenciar lo realmente importante de lo que no es.
Porque de nada me sirve tener la ropa guardada, coleccionar zapatillas
deportivas o bolsos ya que el día que fallezca nada vendrá conmigo. Ha sido
necesario que te hayas marchado para aprender a compartir, a dar sin importarme
nada. Tengo fe y lo sabes, pero certeza de lo que hay después de la muerte,
ninguna. Pero lo que tengo claro es que si estamos aquí y fallecemos, no tiene
sentido que esto termine aquí. Por eso entiendo que esto es una prueba para
nosotros. Que nuestro deber es hacer la convivencia lo más cómoda posible. Me
duele cuando se me juzga por esto, pero siempre pienso lo mismo…”mientras mi
madre me lea, los demás que piensen lo que quieren”. Eres mi conexión con la
vida eterna. Tú eres la que me das la fuerza para seguir cada día hasta donde
llegue, porque cuantas más cosas buenas hagas, deduzco que antes me iré
contigo.
Miro tus fotos y no puedo dejar de pensar
que ojalá tuviera otra oportunidad para abrazarte. Una más. Dios tenía que
habernos creado con esa condición, cada poco tiempo poder volver a vernos.
Porque este viaje sin ti… se hace eterno. Tengo que darte las gracias por tanto…
Hoy ha sido un gran día… por eso te he
necesitado más que nunca. Te quiero. No lo olvides. Acuérdate de papá, Isa,
Pili, Carmenchu, JJ y Cuñado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario