Querida mamá:
La cabeza me bombardea. Seguimos sumando horas en la semana…la
intensidad sigue siendo máxima y gracias a Dios ya comienza el miércoles.
El día de hoy, salvo la hora y media que he ocupado en ir a
Tv, intervenir y volver, te la resumo en estudio. Uno de mis alumnos no ha ido
al cole porque se encontraba mal y mañana se examina de lengua, así que me lo
he quedado en casa y desde las 9 de la mañana estoy estudiando lengua con él. Y
digo estoy porque he tenido que explicarle todas y cada una de las preguntas.
Ha sido agotador.
Para colmo he tenido un mal rato feillo con mis niñas en la
academia. Lo que han hecho no tiene mayor importancia porque es propio de la
edad. Era tan sencillo como pedir disculpas y reconocer que se habían
equivocado. Pero no contenta con no reconocer lo que habían hecho, han sacado a
relucir un carácter que no esperaba ni es propio de ellas. Me he sentido
decepcionada por ello. Y el día no era el mejor.
Y la verdad es que no está siendo fácil. Estoy haciendo un
esfuerzo muy grande por mantener la calma y soy muy consciente que estoy muy
sensible. Cada vez que hablo me aviso a
mi misma que me lo tome con calma porque puedo equivocarme por cómo me siento. Pero
ni por esas mamita.
No es fácil oír suspirar a papá doscientas mil veces en el
día y eso que permanezco 5 horas en la asociación. Se me hace un nudo en el
estómago cada vez que le siento llorar. Porque esta semana lo entiendo mejor
que nunca. Precisamente hoy, hace tres horas pero dos años atrás fue la última
vez que te ayude a ponerte de pie. Tuve que pedir ayuda a la enfermera porque
sin apenas hablar me dijiste que no sentías las piernas. Había conseguido
llevarte al baño perfectamente pero no conseguía ponerte en pie para llevarte a
la cama. Llamaron al celador y tardó mucho en venir así que volví a intentarlo
sola. Lo conseguí. Distes pasos muy lentos, tardamos mucho en llegar a la cama.
Te sentaste y suspiraste. Me miraste con cara de dolor y me hiciste un gesto de
negación con tu cabeza. Sabía lo que me estabas diciendo. No pude contener las
lágrimas y lloré abrazada a ti. Me acariciaste y me pediste que te tumbase.
Nunca más te levantaste de la cama. Tus últimas miradas y gestos se me repiten
continuamente en mi cabeza y más estos días. Hace un rato mientras hablaba con
papá miraba una foto de las últimas que te hice y que tenemos en el cuarto. Aun
me parece mentira que no pueda volver a sentir tu piel. Hay días, como hoy, que
daría lo que se me pidiesen a cambio de volverte a tocar. Por suerte tengo tu
voz. Te grabé horas antes de que el cáncer la consumiera. Rezaste un ave María
que compartí con los hermanos. Cada noche antes de irme a dormir lo rezo
contigo. La gente no lo entiende, pero yo sí. Me das fuerzas mamita… me das las
fuerzas que necesito para seguir adelante.
Termino la carta con lágrimas en mis ojos mamitas. Lágrimas
que esta semana salen con mayor facilidad. Pero quiero que sepas que lloro de
impotencia, de egoísmo porque te quiero tocar. Pero soy feliz de saber que has
dejado de sufrir. Tengo la certeza de que estás en un lugar privilegiado en el
cielo. Seguramente estarás rodeada de angelitos especiales como Jaime, Luis, el
primo Carlos y con todos ellos nos cuidas con especial cariño. Lo realmente
importante es que habrás dejado las muletas y por supuesto de sufrir con los
malditos dolores que tenías todo el día. Por eso soy feliz.
Te quiero mucho mamita, más que nada en el mundo y lo sabes.
No te olvides de papá, JJ, Cuñado, Isa y Pili.
P.D: Hoy es el cumple de tu nieto Pepe. Cuida especialmente de él.
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