5 de agosto

Querida mamá: Ayer volvimos a tener la comida familiar. Papá sigue bastante mal. A veces me parece que es capaz de seguir…pero otras veces me da la sensación de que no va a levantar cabeza. Anoche colgó una foto tuya en la cocina. No me importa en absoluto, lo que ocurre es que yo no puedo asimilar tu muerte y cada vez que veo una foto tuya me aferro al sentimiento negativo de que ya no estarás conmigo nunca más. Y no hay un solo rincón de la casa en la que no estés. La verdad es que intento huir de los recuerdos, aunque estás presente cada segundo de mi vida, intento no profundizar en detalles porque me hundo. Pero además hasta el punto de que muchas veces no deseo continuar viviendo. Te he dicho muchas veces que ya no es lo mismo la vida sin ti, y es la realidad. Ya nada es igual. Yo procuro hacer cosas para no dejarme llevar. Porque supongo que no me queda otra que no sea continuar. Pero me cuesta tanto…que me dan ganas de tirar la toalla. Sigo pensando que deberían de haberme preparado mejor para todo esto. Aunque insistan que la muerte de una madre es lo natural, para mi no lo ha sido. Sabes que te dije muchísimas veces que quería morirme yo antes que tú. Nunca lo dije en broma. Sé que hubieses sufrido muchísimo, lo sé de verdad. Pero perdonarme si te digo que egoístamente lo hubiese preferido. Creo que eras mucho más fuerte que yo y lo hubieses sabido sobrellevar. En mi caso, no las tengo toda conmigo. Te reconozco que he cambiado… y no precisamente para bien. Espero que alguna vez encuentre sentido a todo esto, porque si no lo hago, la vida será insoportable. No quiero que sufras por mí. Yo quiero que seas muy feliz donde estés, a lo que yo llamo Cielo. Pero entiende que hiciste tanto por todos nosotros, tanto por mí que es imposible imaginar una vida sin tu presencia. Y como nunca la imaginé, ahora no consigo aceptarlo. Gracias mamaíta por todo lo que hiciste por mi. Gracias de todo corazón. Has dejado una huella imborrable en todos nosotros. Te quiero con locura.