Querida mamá:
Hoy hace nueves que te fuiste. El dolor es igual de intenso,
sólo que los humanos tenemos la capacidad de saber vivir con él. Y con él vivo.
No hay un solo segundo de los sesenta minutos que tienen las veinticuatro horas
del día, que no estés presente en mí.
Siempre Hay una razón; o porque me acuerdo de un comentario
que me dijeras, o porque pienso en lo que me dirías, o porque recuerdo algún
gesto, o porque pienso qué es lo que tú querrías… y así siempre. Es inevitable
que estés en mi mamita. Inevitable porque en doce meses te convertiste en mi
todo. Mi vida giraba en torno a la tuya para ayudarte a ser feliz. Pensaba que
ésta unión sería más larga, que compartiríamos más tiempo juntas. Pero Dios
pensó que no, que ya te tocaba descansar de tantos dolores. Te arrebató de mi
lado haciéndome ver lo egoísta que me había convertido queriéndote tener a mi
lado, a pesar de todo.
Aprendí a disfrutar de las cosas más sencillas de la vida.
Nuestra semana se pasaba esperando el momento de ir a quimioterapia porque
después del tratamiento íbamos a tomarnos un bocadillo como en ningún otro lugar
lo preparaban. Esperábamos los miércoles como el que esperaba ir a grandes
tiendas comerciales, cuando lo que hacíamos era irnos al mercadillo y pasear
con tu carrito y mirar las cosas una y otra vez. Comprando fruta y verdura
principalmente. Esperábamos que llegara final de mes para que papá te diera el
dinero y podernos ir de compras. Al principio recuerdo que me costó mucho
adaptarme a mi nueva situación, pero luego lo acepté con la mayor satisfacción
de una hija que tenía una madre buena de corazón- Una madre que siempre tenía
la palabra perfecta para darme, una madre que siempre estaba pensando en cómo
ayudarme, una madre que aguantó su dolor por el hecho de que yo no sufriera.
Una madre que sabía lo que le ocurría y que no quiso decirlo nunca porque se aferraba
a la vida cada segundo.
Quiero que sepas mamita, que no hay un solo día que le pida
a Dios para que me haga entender por qué. No soy nadie para cuestionar sus
decisiones. Todo tiene un por qué dicen… pues quisiera saberlo. Porque lo que
le digo a Dios es que podría llegar a entender que decidiera llevarte para que
dejaras de sufrir, pero las formas, para mi entender fueron injustas y exageradas.
Necesito que me haga comprender, que me haga ver…por qué fue. Sino, viviré
siempre con esta pena.
No te olvido nunca mamá. Eres el centro de mi vida por y
para siempre. Te quiero. Más que nunca. No me olvides por favor. Te necesito.
Ni a Pili.
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